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lunes, 11 de enero de 2016

Los maestros rurales necesitan leer mucho Carlos A. Carrillo

Los maestros rurales necesitan leer mucho


Carlos A. Carrillo


Las Bibliotecas Escolares son indispensables para ellos.

Llamo maestros rurales á los que dirigen las escuelas de las haciendas, ranchos, congregaciones, ó pueblos pequeños y afirmo que tienen suma necesidad de la lectura. Ciertamente que todos los maestros, tanto de las grandes como de las pequeñas poblaciones, deben dedicarse á la lectura asiduamente; pero para ningunos es tan necesaria como para los maestros de rancherías y pueblos.

Muchas razones y de diverso género demuestran esa necesidad; pero aquí no daremos más que algunas, considerando la lectura como escuela para aprender á hablar.

Los maestros rurales son en lo general personas que no han tenido ocasión de aprender con el uso y por virtud del trato social gran caudal de palabras, frases y giros castellanos, de suerte que los que saben son muy pocos, y muchísimos los que ignoran.

Si vivieran en el seno de una sociedad de culto lenguaje con la que estuvieran continuo ose, pudieran allegar con el trato social un sinnúmero de palabras, modismos y construcciones de que carecen; pero muy lejos de hallarse en las favorables condiciones, están rodeados de toscos labriegos que hablan el castellano mucho peor que ellos, si es que lo hablan, que no pocas veces son indígenas que ignoran por completo y hacen uso entre sí de algunas de las lenguas del país. ¿En dónde, pues, han de estudiar el habla castellana estos pobres maestros, si no en los libro? ¿Con cuánta asiduidad no deben cultivar la lectura, que es para ellos la única fuente de conocimientos e lo que al lenguaje atañe?

Los niños que se educan bajo la dirección de estos maestros pertenecen frecuentemente á alguna de las razas indígenas de este país y hablan, por consiguiente, imperfectísimamente el español ó no lo hablan enteramente. Aun cuando no sea así, sino que su lengua doméstica sea la castellana, la hablan con los mil vicios de la pronunciación y barbarismos propios de nuestros campesinos, y sobre todo, es pobrísimo su vocabulario y limitadísima su sintaxis. ¿No necesita estos escolares, mucho más que otros niños, hacer un estudio serio del idioma? ¿No necesitan, por lo mismo, un maestro que lo conozca bien, para que los pueda guiar en ese estudio?

Para progresar en el lenguaje cuenta el alumno de una escuela urbana con varios elementos en familia, el medio social en que vive y los libros que puede haber á mano. El lenguaje de las familias que habitan las ciudades, aun cuando sean de condición bastante humilde, es por término medio, más rico, exacto y castizo que el de los campesinos, y por lo mismo el hogar es mejor escuela de lenguaje para el niño de la ciudad que para el del campo. El primero está además rodeado de muchos condiscípulos que por pertenecer á familias acomodadas y cultas, conocen gran número de vocablos y usan un lenguaje más pulcro y esmerado y el continuo roce con ellos afina  y ensancha el suyo propio; por otra parte, el trato aunque no tan frecuente, con otras personas de la ciudad produce, aunque en menor escala el mismo efecto. De ambos elementos de progreso se carece en el campo. Por fin, el niño de la ciudad es raro que no tenga algunos libros propios ó prestados, de cuya lectura saca no pequeño fruto para el aprendizaje del idioma nativo, mientras que el campesino, y con más razón el indio, rara vez encuentra oportunidad de leer un libro. En suma, en la ciudad el niño tiene tres maestros sin contar el preceptor: la familia, la sociedad, los libros; en el campo no tiene más que uno, el que se halla al frente de la escuela. Este único maestro, que ha de hacer por sí sólo el trabajo que en las ciudades ejecutan cuatro, ¿no debe poseer conocimientos sólidos y tan extensos cuanto sea posible en el idioma patrio? ¿Y dónde los adquirirá si no constituye la lectura una de sus ocupaciones principales?

En resumen, los maestros rurales necesitan, más que ninguno, dedicarse a la lectura:

1º. Porque tienen menos conocimientos que otros maestros en la lengua española;

2º. Porque no pueden adquirir los que les faltan hablando con personas de lenguaje culto, sino única y exclusivamente leyendo libros correctamente escritos;

3º. Porque los niños que ellos están encargados de educar necesitan, más que otros, de un maestro conocedor del idioma castellano, porque carecen de los auxilios con que otros cuentan para su estudio, á saber: a) la familia, b) la sociedad, c) la lectura.


Demostrada la necesidad que de la lectura tienen los maestros de rancherías y pueblos, queda también probada la necesidad de una pequeña biblioteca para su uso, anexa a la escuela que dirigen. Para leer se necesitan libros; ¿y en dónde puede hallarlos el maestro? En las pequeñas poblaciones y en las rancherías no hay bibliotecas populares de las que pudiera tomar prestados algunos libros; tampoco puede pedirlos á los vecinos del lugar, porque es muy raro el que posee alguna obra; y les es imposible, en fin, adquirirlos de su peculio, porque su sueldo es, no modestísimo, sino miserable y á duras penas le alcanza para mal comer. El único medio, pues, de satisfacer la urgente necesidad que de leer tienen los maestros á quienes nos referimos, es que á cada escuela se le provea de una corta biblioteca costeada con fondos públicos.- (Junio 12 de 1888)

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