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sábado, 5 de septiembre de 2015

Hambre José Santos Valdés


Hambre, que eres el huésped diario
de nuestro hogar sin fuego,
espera que repiquen las campanas
de la cercana iglesia.

Entonces, sólo entonces,
podrá ser satisfecha.
Con los ruegos y las santas oraciones
de todos los que comen,
por los que no sabemos dejarte satisfecha.
Bendiciones y más bendiciones,
nos dará el señor cura
y él, que habla con Dios,
le dirá una vez más
de que la desgracia
que aflige nuestro mundo.
Miseria atroz,
hambre y desnudez,
enfermedad y lágrimas,
y esclavitud
eternamente soportada.

Y Dios, que es nuestro padre,
conmovido sin duda,
por esta enorme y diaria
 y secular desgracia,
dirá desde su cielo:
dadle pan a los hambrientos,
agua a los sedientos,
vestido a los desnudos,
y todos los hombres de la tierra
que tantos templos y palabras
le han dado por morada,
los hombres que en la tierra
lo invocan sin cesar;
esos que tienen en sus manos
la vida de la humanidad,
esos, ¡Oh, hambre insatisfecha!
me me dejarán hartarme
de esperanzas y virtudes,
pero nunca, jamás,
me dejarás comer.

Seguirás siendo
El huésped diario
de nuestro hogar sin fuego:
llorarán los pequeños,
maldecirán los grandes
a los hombres y al cielo,
pero tú, hambre insatisfecha,
ternura de lealtad,
no me abandonarás,
jamás.
Ciudad Lerdo, Durango, 18 de marzo de 1937
  



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