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miércoles, 9 de septiembre de 2015

¿Quieres un hijo obediente? Irma Ramírez Orozco


Cuando cursé la escuela primaria (¡Uff, mucha agua ha pasado bajo el puente!) se calificaba como buen profesor al que con autoridad y  firmeza decidía todo en el salón de clases, al que era capaz de controlar perfectamente a su grupo.
     Se pensaba que los niños ingresaban a la escuela sin saber nada, que su mente era una especie de olla vacía que el maestro, discrecionalmente, iba llenando de conocimientos. Los alumnos debíamos obedecer, estar muy atentos y quietecitos porque si nos movíamos demasiado de seguro un castigo nos estaba esperando.
     Además, el profesor poseía todas las preguntas y una sola respuesta para cada una de ellas: la correcta. Recuerdo una gráfica pegada a la pared donde se apuntaba la calificación obtenida por cada integrante del grupo. Servía para designar a los niños del cuadro de honor, los demás, “bola de perdedores” quedábamos al arbitrio del maestro. Los castigos podían ser desde una frase repetida chorrocientas veces, un número cambiante de reglazos en las manos, hasta el más temido: una semana sin recreo. 
     Se enseñaba  en el conductismo, basado en los descubrimientos de Pavlov y su famoso perro con babas, que nos mostraron las bondades de formar y reforzar un reflejo condicionado; una manera simple y eficaz de prevenir y controlar el comportamiento de los alumnos. Podemos decir que se educaba a los niños como perritos amaestrados.  
     Las investigaciones científicas siguieron su curso y se transformó el pensamiento pedagógico. A finales de los años setenta se empezó a hablar de Piaget pero hasta 1992 entró con bombo y platillo, por la puerta grande, el enfoque constructivista en las aulas de la escuela pública.
      Nos encontramos con nuevos programas, libros de texto y materiales auxiliares para el maestro, que para algunos expertos adolecen de muchas fallas, pero desde nuestra experiencia en las aulas, fue importante que esos documentos hablaran de pluralidad, diversidad, diálogo, cooperación, autonomía, democracia, resaltaban el papel activo del niño como constructor de su propio conocimiento, la enseñanza-aprendizaje era mucho más que transmitir, repetir, memorizar. Estudiamos a Piaget y Vigosky, los profesores nos eclipsamos para ceder al niño el papel protagónico en el salón de clases.
     Hubo profesores que simplificaron la teoría, escudados en un discurso de libertad, concedieron totalmente el poder de decisión a los alumnos y con ello, se creó un ambiente caótico en el salón de clases. Otros profesores después de uno o dos intentos sin resultados positivos regresaron al premio y el castigo, al monopolio de la palabra, los exámenes memorísticos, el competir como forma de relacionarse en el grupo. Pero el mundo había cambiado y los alumnos no obedecían fácilmente una orden sin una explicación, sin el por qué y para qué.
      El estado violento del país, las desigualdades y otros elementos como la aparición de la internet y la participación de los alumnos en las redes sociales exigieron de los maestros comportamientos más complejos. Los peligros se multiplicaron y había que dotar a los niños de nuevas herramientas.
     Un niño obediente, mentalmente oprimido, sin atreverse de manera abierta a expresar su pensamiento por temor a ser juzgado de manera negativa, que en lugar de pensar con libertad intenta recordar la respuesta correcta, que obedece órdenes sin comprenderlas, un niño sin aprender a formular y defender sus propios intereses ante un grupo de compañeros o un adulto, se someterá dócilmente a la “banda”, puede ser presa fácil de “bullying” y en casos extremos a la trata de personas o el crimen organizado.
     Es decir, el profesor ha recorrido un largo camino de aciertos y descalabros para mejorar su práctica docente. Tú lo conoces, le tienes tal confianza que le dejas a su cuidado lo que más quieres en la vida, tus hijos, sabes si realmente trabaja, si enfermó, si ha sido justo, si a pesar de los regaños lo quieren sus alumnos. ¿Estas de acuerdo con su método de enseñanza?
     Las metodologías que colocan al maestro como elemento regulador, que crea ambientes que provoquen la duda, el reto, un problema, para que el niño no tenga respuestas dadas y busque la solución, que construye el pensamiento social no simplemente transmitiéndole reglas y normas sino provocando que el niño las comprenda porque son el fruto del intercambio entre la actividad que desarrolla sobre el grupo y las respuestas que el grupo le proporciona, es una corriente pedagógica a la que le ha costado más de veinte años abrirse paso en el ambiente escolar.  Actualmente aunque esos planes y programas siguen vigentes, se está dando una regresión hacia un modelo educativo autoritario que no es explícito, se oculta y se impone por la vía de las evaluaciones. Por otra parte, a veces nos desesperamos por los problemas que existen en el ámbito educativo y los padres de familia piden mano dura. ¿Qué piensas al respecto?
     ¿Estás de acuerdo en que tu hijo se eduque en el diálogo y la cooperación? ¿Quieres un hijo  obediente?  Tal vez prefieras verlo luchar a brazo partido por ser un “ganador”. ¿Por qué no le vemos los pros y los contras? Sería interesante ¿no?




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