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sábado, 19 de octubre de 2013

José Santos Valdés y el olimpo pedagógico Luis Hernández Navarro



 Está de moda declarar que la educación pública en México se encuentra en crisis. Ese es el nuevo mantra de la derecha empresarial y de los organismos financieros multilaterales. No se trata de algo inédito. En 1952 la Conferencia Nacional de Educación Primaria declaró que la escuela primaria atravesaba por la más profunda de sus crisis. Desde entonces se le ha repetido una y otra vez.

Lo novedoso en esta ocasión es el asalto de la derecha empresarial a la educación pública con el pretexto de su crisis. Ciertamente siempre le ha molestado el artículo tercero constitucional y en su momento se escandalizó con la educación socialista y los libros de texto gratuitos. Pero ahora, inspirada en lo que sucede en Estados Unidos, va por todo.

En un momento así es importante recuperar la vida y la obra del profesor José Santos Valdés, uno de los más imaginativos educadores que el país ha tenido. Él consideraba a los miembros del Olimpo Pedagógico como unos copiones que, en lugar de ahondar en nuestra historia de la educación, se pasan el tiempo hablando de lo que no saben hacer. Sostenía que tenemos una práctica docente sólida, seria, de maestros que aceptan la teoría universal de la educación, pero no la imitan ni aceptan servilmente.

José Santos Valdés nació el 1º de noviembre de 1905 en el Rancho Camargo, pequeña propiedad producto del reparto agrario juarista el 8 de septiembre de 1864, cerca de Matamoros, Coahuila. Estudió en la Escuela Normal de Coahuila gracias a una beca. A los 16 años de edad padeció síntomas de tuberculosis por hambre.

En 1923 obtuvo una plaza de maestro rural. Le pagaban 2.50 pesos, tres veces el sueldo de los peones. Con ese dinero se compró su primer traje. El administrador y el mozo de la hacienda le amargaron la vida. Cuando le explicaba a los niños que las nubes son vapor de agua condensado, el administrador le replicaba: “Ustedes los maistrillos rurales son unos ignorantes. Enseñan mentiras y más mentiras. Las nubes son de polvo”.

Su experiencia docente fue intensiva y fructífera. Fue Director de la Escuela Primaria Superior Talamantes, de Navojoa, Sonora, en la que tuvo como discípulos a los hijos del ex presidente Álvaro Obregón. Siendo inspector de zona en las escuelas primarias de Hermosillo fue deportado del estado por el gobernador Rodolfo Elías Calles, quien le dio 24 horas para abandonar el territorio por ser un peligroso comunista.

Fue maestro o director de instituciones educativas tan diversas como la Escuela Central Agrícola de Tamatán, Tamaulipas; las normales rurales de Galeana, Nuevo León; Tenería, estado de México; El Mexe, Hidalgo, y San Marcos, Zacatecas. En 1967, ya jubilado, la Secretaría de Educación Pública (SEP) lo comisionó como supervisor especial de enseñanza normal.

Santos Valdés fue, hasta 1947, un activo organizador sindical del magisterio. Nunca dejó de laborar como maestro mientras fue representante gremial. A lo largo de toda su vida, fue un crítico severo de la burocracia sindical, a la que consideraba como parte de los villanos de la pedagogía. “Al maestro de primaria –escribió– se le ha degradado profesional y moralmente a través de una política economicista y egoísta, y de la acción de líderes sindicales y autoridades educativas.” Y añadía: “El magisterio de base, que en México es extraordinario y creador, se ve reprimido por sus ‘líderes’ y, el colmo, por sus propias autoridades”.

Su análisis de la situación magisterial iba más allá del mundo sindical o de los funcionarios educativos. Preocupado por quienes influían en la moral profesional del magisterio, lamentó, profundamente, el papel que en la corrupción de los trabajadores de la educación desempeñan quienes sólo están preocupados por la ganancia.

Vasconcelista a su manera, crítico de las modas pedagógicas, reivindicó siempre las experiencias educativas desarrolladas en México. Sostenía que la reacción sigue viva y empeñosamente, lucha por derogar el artículo tercero constitucional. Promovió una educación científica, democrática, nacionalista en su mejor sentido, social e internacionalista.

Santos Valdés fue durante varios años militante del Partido Comunista. Redactó en 1935 el manifiesto que dio origen a la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México. Explicó, como muy pocos en su tiempo, el asalto al cuartel Madera, en Chihuahua, en 1965, la primera acción relevante de una guerrilla socialista en México.

Simultáneamente periodista y escritor, colaboró con las revistas Política y Siempre! Publicó en los periódicos El Mundo, de Tampico; El Heraldo, de San Luis Potosí; El Porvenir, de Monterrey; El Siglo, de Torreón, y El Día. Escribió varios libros clásicos de la literatura pedagógica mexicana, como Amelia, maestra de primer año.

José Santos Valdés murió el 5 de agosto de 1990. Sus discípulos han tratado de mantener viva su obra y su memoria. De vivir en estos días estaría enfrentando sin concesiones la ofensiva conservadora de la reforma laboral disfrazada de educativa por parte del régimen neoliberal contra la educación pública.


EL PRÓXIMO VIERNES 1 DE NOVIEMBRE DE 2013 SE PRESENTARÁN LOS TOMOS XIV, XV Y XVI, DE SU VASTA OBRA ESCRITA. A LAS 10.00 ACTO CÍVICO EN EL BUSTO ERIGIDO EN SU HONOR DE LA PLAZUELA JUÁREZ DE LERDO, DURANGO Y DE AHÍ SE PASARÁ A LA PRESENTACIÓN DE LOS LIBROS AL TEATRO EL CENTAURO DE LA MISMA CIUDAD. ESTÁN TODOS INVITADOS.
 

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