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domingo, 11 de noviembre de 2012

Altamirano y el normalismo Mtro. Ismael Abraján de la Cruz


Del mismo modo que cada generación retraduce a los clásicos apremiadas por una necesidad impostergable de resonancias precisas e inmediatas, todas las generaciones usan el lenguaje para construirse su propio pasado resonante.
Steiner, George.


La instrucción primaria debe ser como el sol en el medio día, debe iluminarlo todo, y no dejar ni antro, ni rincón que no bañe con sus rayos. Mientras esto no sea, vanas han de ser las ilusiones que se forjen sobre el porvenir de nuestro país y las esperanzas de que se desarrollen el amor á la paz y al trabajo, y de que se ahuyenten de nuestros campos yermos y de nuestras poblaciones atrasadas los negros fantasmas de la miseria, de la revolución y del robo que hasta aquí han aparecido ser los malos genios de la nación.
                                        Ignacio Manuel  Altamirano.



A MANERA DE INTRODUCCIÓN
Es una tarea compleja sintetizar en unas cuantas palabras los aportes del Maestro Altamirano, pues son diversos los significados que se entretejen y sintetizan en su obra. Solo al revisar su polifacético perfil cultural, entendemos la dimensión de su vasta y prolija producción, así como la infinidad de estudios realizados desde diversas perspectivas: literaria, periodística, militar, política y educativa. Un ícono ejemplar para entender históricamente al México del siglo XIX.
Esta modesta revisión, surge en el intento de escrudiñar el significado y relevancia del origen del normalismo, e identificar los principios sociales, pedagógicos y filosóficos que sustentaron la propuesta del Maestro Altamirano para la creación de la Escuela Normal de Profesores, considerada como el inicio formal del mismo. No es casualidad que se le haya denominado “Padre del normalismo mexicano”.
Recuperar el pensamiento de Altamirano y hurgar sus planteamientos para una revisión de la construcción identitaria del normalismo es una tarea crucial e insustituible, de cara a la discusión actual sobre la formación docente.
EL PENSAMIENTO ALTAMIRANISTA
Ante la liquidez de un escenario posmoderno producto de la crisis de la modernidad, con tendencia a desvanecer y difuminar el legado histórico, con nuevas perspectivas y necesidades socioculturales, se torna inevitable recurrir a los principios que sustentan la evolución, devenir y consolidación del Estado moderno mexicano, como marco contextual político ligado al normalismo y que le da sentido a su existencia. 
Esta coyuntura, establece las coordenadas precisas para recuperar el pensamiento de uno de los grandes hombres que aportó en gran medida a la construcción histórica social de nuestro país y al pensamiento educativo mexicano.
Altamirano, un hombre radicalmente liberal, consciente de que en el aspecto político estaba implicada la educación; planteaba que la modernización del país la requería sustentada en los principios de gratuidad, obligatoriedad y laicidad. En consecuencia, la identifica como el instrumento ineludible para el progreso y la democracia, con la misión de favorecer la unidad e integración nacional. Por antonomasia, los maestros debían emerger como portadores y promotores de la identidad nacionalista.
Esta apreciación sobre la función de la educación, en la conformación del Estado nación y desarrollo de la sociedad se vincula en sus orígenes con las ideas del liberalismo y  la masonería, propiciando una política respaldada en el principio de secularización, y por lo tanto propicia una educación para ilustrar al pueblo, cauce para una sociedad democrática. 
La corriente liberal tiene por raíz una cosmovisión idealista, sostiene que el hombre es consciente, inteligente, moral, sabio y libre de elegir, por lo que es un constructor de su propio destino. Es entonces, el libre pensamiento, la igualdad y el respeto al orden y a las instituciones lo que le da fundamento al destino de las sociedades. Por ende, esta fue la misión emprendida para organizar la naciente nación moderna. 
Héroe de la cultura nacional es Altamirano, su papel de edificador de la nacionalidad mexicana es trascendental. Supo armonizar dialécticamente la cultura local en la universal, se expresó con sentido propio en función de sus experiencias, producto de su accionar en diferentes facetas, ámbitos y contextos.
Con la literatura de estilo costumbrista logró signar, narrar y describir diferentes aspectos de la realidad mexicana –entre ellos el educativo- de finales del siglo XIX. Este acto puede considerarse como un rechazo al colonialismo literario e inicio de la literatura nacionalista.
En el ámbito educativo, sucedió algo similar, al conocer y revisar los modelos de formación docente en otros países -Estados Unidos, Suiza, Alemania del norte, Dinamarca, Francia y Holanda-, transfirió una amalgama de ideas y principios que contextualizó a la realidad social, política y cultural del México independiente, para incubar una nueva fase en la educación y el normalismo, en el vaivén federalización y centralismo. 
Una serie de acciones, se inscriben con esta orientación democrática y nacionalista:
• En 1881 publica nueva ley de instrucción pública que deroga la de 1869.
• En 1885 se aprueba el decreto para crear la escuela normal de México.
• En 1886 se funda la escuela normal en Jalapa, Veracruz.
• En 1887 se funda la Escuela Normal de Profesores en el DF
• En 1888 se expide la Ley de Instrucción Obligatoria
• En 1889, 1890 y 1891, el desarrollo de los Congresos Nacionales de Instrucción Pública.
• En 1890 se nacionaliza la Compañía Lancasteriana
• En 1891 se promulga la ley reglamentaria de la instrucción obligatoria en el DF, Tepic y Baja California.
• En 1896 se reorganiza la instrucción pública y se estable la Dirección General de Instrucción primaria
• En 1900, funcionan 45 escuelas normales.
• En 1904 se establece la Secretaría de Instrucción.
Con este panorama, ubicamos la encomienda del Presidente de la República Manuel González y de Joaquín Baranda como Ministro de Educación Pública, a Ignacio M. Altamirano para elaborar la propuesta de establecer la Escuela Normal de Profesores con carácter nacional y centralista.
Ya Altamirano había deliberado sobre su necesidad y lo decía así: 
…establecer escuelas normales, reglamentar sabiamente la instrucción popular, abrir concursos para premiar libros de texto establecer sistemas rápidos de enseñanza como en Prusia y los Estados Unidos, dotar liberalmente las escuelas,, aunque se supriman las superficialidades del lujo oficial, la conservación de  tropas, a la construcción de edificios públicos y la existencia de empleados ociosos. Sobre todo, como base para esa reforma, es preciso, es indispensable antes que todo, preescribir la enseñanza general del idioma castellano, para lo cual debe exigirse a los maestros que sepan los idiomas del país, y pagar bien a los ciudadanos que se dedican a tan noble profesión, libertándolos de la tutela de los curas y de la independencia de los ayuntamientos, a cuyo fin puede hacerse compatible la creación de un fondo local de instrucción pública…
Y sobre la relevancia de esta escuela discursó al respecto: “…lo primero que nosotros plantearíamos seria una escuela normal de profesores. La escuela normal uniforma la enseñanza, y además, da lecciones prácticas de pedagogía. En ella se ensayan los métodos, se corrigen los defectos que la experiencia que van demostrando, se conocen los textos, se comparan, se reciben informes frecuentes de los maestros de las escuelas rurales, y según ellos, se inician reformas o se adoptan sistemas”.
Altamirano inicia la elaboración del mencionado proyecto en el año de 1882, y lo culmina tres años más tarde, presentando: 
• Proyecto de ley
• Plan de estudios
• Planteamiento de escuelas anexas y una de párvulos
• Listado de propuestas de personal
• Presupuesto desglosado
• Normas sobre títulos profesionales y libros de texto
• Requisitos de ingreso
Esta propuesta, fue revisada y enriquecida por una comisión integrada por diferentes personalidades y organizada específicamente para ello. Finalmente, la Escuela Normal de Profesores es inaugurada por Porfirio Díaz el día jueves 24 de febrero del año de 1887.

EL PROYECTO NORMALISTA
La propuesta altamiranista del Plan de Estudios fue la siguiente:

Algebra
Aritmética
Geometría
Teneduría de libros
Nociones de mecánica, física y astronomía
Nociones de química
Zoología
Botánica
Agricultura
Mineralogía
Nociones de fisiología
Higiene y medicina doméstica
Idiomas francés, inglés y mexicano
Historia general y especialmente de México
Geografía general y especialmente de México
Dibujo natural, lineal y de ornato
Música
Gimnástica
Gramática general y principios de bella literatura
Lógica
Pedagogía
Nociones de derecho constitucional.
 
Cabe mencionar que muchas de estas asignaturas no quedaron incluidas en la versión final, según la revisión de Concepción Jiménez Alarcón (las asignaturas subrayadas) al ser revisada por la junta ex profeso sufrió cambios sustanciales.
Pero finalmente, se fortaleció dicho plan favoreciendo un proceso de profesionalización docente: más allá del qué, al cómo enseñar, sin soslayar el para qué, pues se pueden identificar asignaturas que favorecerían la conciencia e identidad nacional.
Según Galván (1999,89), el Plan de estudios se integra en cuatro áreas:
• Científico-humanista
• Psicopedagógica
• Tecnológica
• Físico artística
Este proyecto educativo va mas allá de ser una acción aislada, y por el contrario amalgama los ideales liberales de esa época, concretiza los esfuerzos -efímeros algunos- de personas interesadas en la educación y la pedagogía, por instaurar las escuelas normales y normar la enseñanza unificar planes y programas de estudio. Estos intentos y el trabajo de la academia de profesores, surgen también con el propósito de difusión de las nuevas ideas y métodos pedagógicos.
Contextualizando este proceso, según Villalpando (2009) en algunas entidades -San Luis Potosí (1849), Oaxaca (1868), Aguascalientes (1878), Puebla (1879), Jalisco (1881), Nuevo León (1881), Colima 1884, Querétaro (1886), Michoacán (1886) y Veracruz (1886) - ya se habían instaurado normales con la intención de remediar la carencia de profesores en las entidades. 
En síntesis, con la creación de la Escuela Normal de Profesores, se inicia la conversión de una profesión libre –al estar en manos de particulares, corporaciones civiles y eclesiásticas- a una profesión de Estado y la formación de los maestros con carácter nacional.
Hasta antes de este hecho, el magisterio era una profesión libre, no requería de una formación profesional específica  en un contexto de inestabilidad y pugna entre liberales y conservadores -en la mayor parte del siglo XIX-, razón por la cual los diversos intentos de instaurar la escuela normal se desvanecían, a pesar de que las directrices se establecían con la ley orgánica de la Instrucción Pública plasmadas en la Constitución de 1857.
Y es solo en el México independiente con la propuesta liberal, cuando se puede hablar de un sentido profesional en educación, con cierto énfasis en lo científico y lo pedagógico. Transformándose de esta manera, la identidad profesional, basada en la práctica docente y el conocimiento de los contenidos.
Así mismo, podemos declarar que el normalismo como movimiento pedagógico también tiene hondas raíces en la historia del pueblo mexicano; su ideal era expandir la educación a las masas populares, proyecto congruente a las expectativas de la nación emergente.
Altamirano decía que “…la educación llegará a todos los confines del país y beneficiará a las masas populares, no solo urbanos sino sobre todo a las rurales e indígenas”. Sin duda, se percibe una preocupación por el ámbito rural e indígena para insertarlo a la vida nacional, consideraba urgente darle cohesión al territorio nacional integrado por un mosaico de etnias y lenguas distintas.
También sentenció que se presentarían muchas dificultades por el gran número de lenguas que se hablaban  “Aquí, en un radio de cincuenta leguas, suele suceder que se hablan diez idiomas…” Para ello, propone sustituir la lengua indígena por el español, para ser integrados a la vida nacional.
Bermudez (1985) contextualiza esta situación:
“La población, en aquellos años en que no se hacían censos, se calculaba en 8 millones de habitantes, de los cuales 6 millones eran indígenas; el brusco choque sufrido con la conquista seguía vigente, y los indígenas vivían inmersos en una sociedad a la que servían pero que no entendían. Fue en la década de los sesenta cuando esta realidad comenzó a aflorar; las corrientes del pensamiento liberal  mostraron interés por las culturas autóctonas y cooperaron a esta toma de conciencia, junto con pensadores de raigambre indígena que habían logrado integrarse a la nación mexicana en formación”.
Finalmente, la profesión docente de educación elemental queda bajo el control del Estado -su creación tiene la idea implícita de que el Estado forma a los maestros y también les da empleo- y surge el normalismo sentado en un proceso de profesionalización, sustentado en la pedagogía. Su patrimonio profesional: el cómo enseñar, lo hace diferente a otras profesiones. Esta situación explica, dice Arnaut (1996) “… que los normalistas surgen como grupo profesional diferenciado y con una creciente influencia en los asuntos educativos del país”.
La extensión del normalismo no fue suficiente para satisfacer la demanda de profesores, ni siquiera en el DF. La mayoría de los maestros en servicio siguieron siendo profesores no titulados o titulados no normalistas. Poco a poco va en aumento la importancia social de la educación primaria, de la obligatoriedad  y facultad del estado para garantizarla. Se habían sentado las bases para establecer el laicismo, la obligatoriedad y gratuidad.
Al respecto de la orientación ideológica de la instrucción elemental: las pautas pedagógicas, así como los planes y programas de estudio no fueron definidos por la corriente positivista sino por otros actores y con base en otros principios filosóficos.
Altamirano asumió una postura radical liberal, en antinomia con la liberalista positivista del porfiriato. De esta manera, el positivismo mexicano tuvo poca influencia en la escuela elemental. Pues existía una contradicción latente entre los discursos de la pedagogía y la filosofía.
La influencia pedagógica más relevante de esta propuesta educativa es la enseñanza intuitiva de Pestalozzi y Rousseau. Rébsamen y Laubscher, fueron los profesores extranjeros que propagaron la enseñanza objetiva en nuestro país y se preocuparon por la formación de los profesores y la modernización de las prácticas educativas en las escuelas elementales y de párvulos.
La enseñanza objetiva o de cosas, también llamada lección de cosas es una versión mexicana de la pedagogía del realismo, conforme a la cual las cosas deben mostrarse antes que las palabras. En lugar de considerarla método o procedimiento didáctico se tomó como una materia de enseñanza –e impartía quienes conocían mejor los fenómenos de la naturaleza-.
El devenir que se hace patente en los discursos y prácticas educativas se sustenta: primero en la doctrina del realismo –Comenio- después en el intuicismo –Pestalozzi- y posteriormente el reconocimiento a la educación por la instrucción –Herbart-.
Por otra parte, al hablar sobre la instrucción también se identifica la génesis de un pensamiento latinoamericano, en contraposición del colonialismo y las dictaduras: “La dictadura, la oligarquía; he aquí los enemigos naturales de las repúblicas latinoamericanas. La ignorancia popular es el elíxir que les dará vida. No hay más que destruirla a toda costa. Fomentemos, pues, la instrucción, que es el único medio de acabar con estos males”.
Insistió en la denuncia a la desigualdad existente, al describir las prácticas en las escuelas de su tiempo: “Dividíanse los alumnos por castas, y ocupaban dos bancos diferentes. En unos se sentaban los niños de razón, y en otro los indios, a quienes no se enseñaba más que la doctrina en malísimo castellano y de voz viva, pues no se les permitía leer. Al menos así pasaba en mi pueblo, entonces perteneciente al Estado de México, que era uno de los más adelantados en la Federación”. 
Además dejó entrever la situación de la educación de las mujeres y de lo cual también propició la defensa de sus derechos “…la escuela popular difícilmente abría sus puertas a la hermosa mitad del género humano, al menos en los pueblos”
Y al respecto sobre la enseñanza de los derechos humanos, dijo:
 “…en cuanto a los derechos del hombre, ni la palabra se enseña en la escuela primaria, no solo en la del pueblo; pero ni en la ciudad; y cuidado que es una materia de tal modo indispensable, que sin ella el niño llegará a la edad de la ciudadanía, y no será más que el antiguo súbdito del virrey. Solo que en vez de humillarse ante el autócrata subdelegado, se dejará atropellar por el alcalde, por el comandante, por el alcabalero, por el inspector de cuartel,  por el diurno.
Repugnándole su derecho electoral porque no lo comprende, irá a abdicarlo en las manos del intrigante de su bario, del dueño de la tienda, del hacendado despótico, o ira a depositar su voto en la urna, temblando bajo la mirada amenazadora del oficial de guarnición o del prefecto del distrito. 

A MANERA DE CIERRE
Los postulados altamiranistas que circunscribieron su aporte al normalismo se pueden apreciar:
• La escuela normal sirve de norma y da la regla a lo que debe ajustarse la enseñanza. Por lo tanto las reformas de la educación deben surgir de ahí.
• En una necesidad defiende la escuela pública y popular -para todos-.
• Distingue dos tipos de educación: la urbana y la rural, relacionadas con la sociedad clasista, pero trató de subsanar esa desigualdad con la uniformidad, para incorporarlas y fortalecer la cultura nacional.
• Reconoce que la escuela popular tiene compromiso y su función social es con el pueblo.
• Es importante enfatizar en la preparación del profesorado, es necesario su profesionalización.
• Reconoce que México es pluriétnico y multicultural, y que la diversidad debe considerarse como una diferencia que enriquece.
• Prioriza la categoría de unidad e integración.
• Resalta las desigualdades sociales, económicas y culturales sobre todo de los marginados y excluidos.
• Reconoce que la educación debe desmarcarlas la injusticia social.
Finalmente, los principios que sustentaron la propuesta Altamiranista, siguen vigentes aunque hayan sido planteados en una sociedad y tiempo diferente, por ende, hay necesidad de estudiarlos a fondo para redescubrir y recuperar la identidad del normalismo genuino de finales del siglo XIX y principios del XX.
En este sentido, es menester reflexionar sobre la lógica, conservación y recreación de la identidad profesional de los educadores del México actual. Pues, es irrenunciable el postulado Altamiranista de que existe una relación plausible e irrenunciable entre la identidad personal, profesional, generacional y nacional.
Por lo tanto, el normalismo debe seguir sustentando su compromiso en la siguiente frase altamiranista:
“Nuestras conquistas todas, tan caras, tan dolorosamente obtenidas, alcanzadas a costa de ríos de sangre patriota, quedarán inútiles e infecundas, si no procuramos fundarlas sobre el eterno cimiento de la ilustración. No hay que engañarnos sobre nuestro triunfo de ahora. Las cabezas de hidra de la ignorancia renacen más formidables cada vez, y no sería sorprendente que a la vuelta de diez o veinte años, nuevos esfuerzos de los enemigos de la República, vinieran a probarnos que habíamos edificado sobre arena”.
Que la asunción de esta encomienda como educadores, permita que el pensamiento del gran maestro Altamirano no quede en el recuerdo, el olvido y el silencio; sino elevarlo y sostenerlo como un conjuro que permita no solo repensar nuestra realidad educativa sino principalmente transformarla. Que la esencia altamiranista nos impregne de la esperanza forjadora de utopías que México necesita y que en la educación podemos encontrar.

BIBLIOGRAFÍA
• Aguirre Lora, María Esther. Tramas y espejos: Los constructores de historias de la educación. Editorial Plaza y Valdés, CESU-UNAM 1998.
•  Altamirano, Ignacio Manuel. Periódico El federalista. (1871) En:  Bermúdez de Brauns. Compiladora. 1985. Bosquejos de educación para el pueblo: Ignacio Ramírez e Ignacio Manuel Altamirano. Ediciones El caballito-SEP cultura. México.
• Altamirano, Ignacio Manuel. Periódico El renacimiento. (1869) En:  Bermúdez de Brauns. Compiladora. 1985. Bosquejos de educación para el pueblo: Ignacio Ramírez e Ignacio Manuel Altamirano. Ediciones El caballito-SEP cultura. México.
• Arnaut, Alberto. 1996. Historia de una profesión. Los maestros de educación primaria en México, 1887-1994. SEP/CIDE.  México.
• Arnaut, Alberto. 1998. La federalización educativa en México, 1889-1994. SEP/COLMEX/CIDE.  México.
• Bazant, Mílada. 2006. Historia de la educación durante el porfiriato.  COLMEX, 6ª reimpresión.
• Bermúdez de Brauns. Compiladora. 1985 Bosquejos de educación para el pueblo: Ignacio Ramírez e Ignacio Manuel Altamirano. Ediciones El caballito-SEP cultura. México.
• Jiménez Alarcón, Concepción. 1987. La escuela Nacional de Maestros. Sus orígenes. Editorial SEP/CONAFE.
• Steiner, George. 2001. Después de Babel. Aspectos del lenguaje y la traducción. FCE. México. 3ª impresión.
• Villalpando Nava, José Manuel. 2009. Historia de la educación en México. Edit. Porrúa. México.
• Solana, Fernando. et al. Historia de la educación pública en  México.SEP/FCE.1981.

 

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